VIDA Y OBRA
El Padre Pío de Pietrelcina fue un hombre elegido por Cristo para llevar los padecimientos de la crucifixión en su cuerpo, durante 50 años de su vida. Las llagas en sus manos, en sus pies, y en el costado de su pecho eran permanentes, sangraban y no cicatrizaban, no supuraban, ni coagulaban. Durante su vida recibió el don de la bilocación, que es la posibilidad milagrosa de estar en dos sitios a la vez; el don de lenguas, por el cual podía darse a entender en diferentes idiomas, aunque nunca los hubiera aprendido; podía ver el corazón de los fieles, sus pecados y su arrepentimientos; curar enfermos. Amó incansablemente hasta las últimas consecuencias a Cristo y a sus "hijos espirituales".
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre mediante la dirección espiritual de los fieles, la confesión y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
El Padre Pío de Pietrelcina fue un hombre elegido por Cristo para llevar los padecimientos de la crucifixión en su cuerpo, durante 50 años de su vida. Las llagas en sus manos, en sus pies, y en el costado de su pecho eran permanentes, sangraban y no cicatrizaban, no supuraban, ni coagulaban. Durante su vida recibió el don de la bilocación, que es la posibilidad milagrosa de estar en dos sitios a la vez; el don de lenguas, por el cual podía darse a entender en diferentes idiomas, aunque nunca los hubiera aprendido; podía ver el corazón de los fieles, sus pecados y su arrepentimientos; curar enfermos. Amó incansablemente hasta las últimas consecuencias a Cristo y a sus "hijos espirituales".
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre mediante la dirección espiritual de los fieles, la confesión y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad de su espiritualidad.
En
el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los dolores
y las miserias de tantas familias, especialmente con la fundación de
la «Casa del Alivio del Sufrimiento», inaugurada el 5 de mayo
de 1956. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día
y gran parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: «En
los libros buscamos a Dios, en la oración lo encontramos. La oración
es la llave que abre el corazón de Dios». La fe lo llevó
siempre a la aceptación de la voluntad misteriosa de Dios.
Estuvo
siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era solamente el hombre
de la esperanza y de la confianza total en Dios, sino que infundía,
con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en todos aquellos que se le
acercaban.
El
amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas: amar a
Dios y hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer
en la caridad.
Expresó
su caridad acogiendo, a muchísimas personas que acudían a su
confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio: lo
buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él
se daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando
luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los
enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente
a ellos. Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas.
Comprendió
bien pronto que su camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente
con valor y por amor. Durante años soportó los dolores de sus
llagas con admirable serenidad. Aceptó en silencio las numerosas intervenciones
de las Autoridades y calló siempre ante las calumnias. Recurrió
habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de la templanza,
de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la mentalidad y en el
modo de vivir.
Consciente
de los compromisos adquiridos con la vida consagrada, observó con generosidad
los votos profesados. Obedeció en todo las órdenes de sus superiores,
incluso cuando eran difíciles. Vivió el espíritu de pobreza
con total desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las
comodidades y de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por
la virtud de la castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y
con todos.
Se
consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios, lleno
de miserias y a la vez de favores divinos. En medio de tanta admiración
del mundo, repetía: «Quiero ser sólo un pobre fraile que
reza».
Su
salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente, en los últimos
años de su vida, empeoró rápidamente.
La
muerte lo sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968,
a los 81 años de edad. La concurrencia a su funeral fue extraordinaria.
CONSAGRACIÓN
PERSONAL A DIOS POR INTERCESIÓN
DEL SANTO PADRE PIO DE PIETRALCINA
Padre de bondad y misericordia,
fuente inagotable de vida y felicidad,
te pido, por intercesión del santo Padre Pío,
me concedas ser semejante a él:
sencillo y humilde, como las florecillas del campo,
libre y alegre, como los pájaros del cielo;
pobre y laborioso, como su padre san Francisco
Porque confío en tu amor y en tu gracia
hoy te ofrezco libremento cuanto soy y cuanto tengo:
deposito mi pasado en tu misericordia,
encomiendo mi futuro a tu providencia
y me quedo tranquilo como un niño pequeño
en brazos de su madre cariñosa,
tratando de vivir un día a la vez.
Te entrego mi memoria,
mi inteligencia y mi voluntad.
Te consagro mis fuerzas y mis límites:
tómame como soy y haz de mí
como hiciste de Pío de Pietralcina,
un buen cristiano y un honrado ciudadano
que te alabe sirviendo a mis hermanos.
Amén.
DEL SANTO PADRE PIO DE PIETRALCINA
Padre de bondad y misericordia,
fuente inagotable de vida y felicidad,
te pido, por intercesión del santo Padre Pío,
me concedas ser semejante a él:
sencillo y humilde, como las florecillas del campo,
libre y alegre, como los pájaros del cielo;
pobre y laborioso, como su padre san Francisco
Porque confío en tu amor y en tu gracia
hoy te ofrezco libremento cuanto soy y cuanto tengo:
deposito mi pasado en tu misericordia,
encomiendo mi futuro a tu providencia
y me quedo tranquilo como un niño pequeño
en brazos de su madre cariñosa,
tratando de vivir un día a la vez.
Te entrego mi memoria,
mi inteligencia y mi voluntad.
Te consagro mis fuerzas y mis límites:
tómame como soy y haz de mí
como hiciste de Pío de Pietralcina,
un buen cristiano y un honrado ciudadano
que te alabe sirviendo a mis hermanos.
Amén.
ORACION
AL SANTO PADRE PIO
POR LOS ENFERMOS
Santo Padre Pío,
ya que durante tu vida terrena mostraste un gran amor
por los enfermos y afligidos, escucha nuestros ruegos
e intercede ante el Padre misericordioso por los que sufren.
Asiste desde el cielo a todos los enfermos del mundo;
sostiene a quienes han perdido toda esperanza de curación;
consuela a quienes gritan o lloran por sus tremendos dolores;
protege a quienes no pueden atenderse o medicarse
por falta de recursos materiales o ignorancia;
alienta a quienes no pueden reposar porque deben trabajar;
vigila a quienes buscan en la cama una posición menos dolorosa;
acompaña a quienes pasan las noches insomnes;
visita a quienes ven que la enfermedad frustra sus proyectos;
alumbra a quienes pasan una "noche oscura" y desesperan;
toca los miembros y músculos que han perdido movilidad;
ilumina a quienes ven tambalear su fe
y se sienten atacados por dudas que los atormentan;
apacigua a quienes se impacientan viendo que no mejoran;
calma a quienes se estr4emecen por dolores y calambres;
concede paciencia, humildad y constancia a quienes se rehabilitan;
devuelve la paz y la alegría a quienes se llenaron de angustia;
disminuye los padecimientos de los más débiles y ancianos;
vela junto al lecho de los que perdieron el conocimiento;
guía a los moribundos al gozo eterno;
conduce a los que más lo necesitan al encuentro con Dios;
y bendice abundantemente a quienes los asisten en su dolor,
los consuelan en su angustia y los protegen con caridad. Amén.
POR LOS ENFERMOS
Santo Padre Pío,
ya que durante tu vida terrena mostraste un gran amor
por los enfermos y afligidos, escucha nuestros ruegos
e intercede ante el Padre misericordioso por los que sufren.
Asiste desde el cielo a todos los enfermos del mundo;
sostiene a quienes han perdido toda esperanza de curación;
consuela a quienes gritan o lloran por sus tremendos dolores;
protege a quienes no pueden atenderse o medicarse
por falta de recursos materiales o ignorancia;
alienta a quienes no pueden reposar porque deben trabajar;
vigila a quienes buscan en la cama una posición menos dolorosa;
acompaña a quienes pasan las noches insomnes;
visita a quienes ven que la enfermedad frustra sus proyectos;
alumbra a quienes pasan una "noche oscura" y desesperan;
toca los miembros y músculos que han perdido movilidad;
ilumina a quienes ven tambalear su fe
y se sienten atacados por dudas que los atormentan;
apacigua a quienes se impacientan viendo que no mejoran;
calma a quienes se estr4emecen por dolores y calambres;
concede paciencia, humildad y constancia a quienes se rehabilitan;
devuelve la paz y la alegría a quienes se llenaron de angustia;
disminuye los padecimientos de los más débiles y ancianos;
vela junto al lecho de los que perdieron el conocimiento;
guía a los moribundos al gozo eterno;
conduce a los que más lo necesitan al encuentro con Dios;
y bendice abundantemente a quienes los asisten en su dolor,
los consuelan en su angustia y los protegen con caridad. Amén.
ORACION
DESDE LA ENFERMEDAD
Dios de bondad y de amor,
la enfermedad me ha visitado,
me ha alejado de mi trabajo y de mi familia,
me ha llenado de dolor y sufrimiento.
Es una experiencia dura, mi Señor,
una realidad difícil de aceptar,
algo para lo que no estaba preparado.
Siguiendo el ejemplo del santo Padre Pío,
quiero agradecerte por mi enfermedad,
quiero aceptarla como una oportunidad que me das
de conocer mi fragilidad y la precariedad de la vida,
y como un remedio para librarme del orgullo.
Ahora veo lo mismo que antes,
pero con nuevos ojos,
puedo vislumbrar la realidad detrás de la apriencia,
puedo descubrir que en realidad lo que tengo y soy,
no me pertenece absolutamente.
Estoy aprendiendo a depender de los demás,
a hacer cada vez menos por mis propios medios,
a callar, a llorar en silencio, a agradecer.
Estoy descubriendo qué es la soledad y la angustia,
pero también redescubro el afecto, el amor, la amistad.
Dios mío, aunque me cuesta te digo una vez más:
hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo!
Te ofrezco mis sufrimientos
y los uno a los de tu Hijo Jesucristo
y a los de tu siervo fiel el Santo Padre Pío.
Te ruego por todos los que me ayudan
y por todos los que sufren como yo.
Dios de bondad y de amor,
la enfermedad me ha visitado,
me ha alejado de mi trabajo y de mi familia,
me ha llenado de dolor y sufrimiento.
Es una experiencia dura, mi Señor,
una realidad difícil de aceptar,
algo para lo que no estaba preparado.
Siguiendo el ejemplo del santo Padre Pío,
quiero agradecerte por mi enfermedad,
quiero aceptarla como una oportunidad que me das
de conocer mi fragilidad y la precariedad de la vida,
y como un remedio para librarme del orgullo.
Ahora veo lo mismo que antes,
pero con nuevos ojos,
puedo vislumbrar la realidad detrás de la apriencia,
puedo descubrir que en realidad lo que tengo y soy,
no me pertenece absolutamente.
Estoy aprendiendo a depender de los demás,
a hacer cada vez menos por mis propios medios,
a callar, a llorar en silencio, a agradecer.
Estoy descubriendo qué es la soledad y la angustia,
pero también redescubro el afecto, el amor, la amistad.
Dios mío, aunque me cuesta te digo una vez más:
hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo!
Te ofrezco mis sufrimientos
y los uno a los de tu Hijo Jesucristo
y a los de tu siervo fiel el Santo Padre Pío.
Te ruego por todos los que me ayudan
y por todos los que sufren como yo.
ORACION
POR LA CONVERSION DE LOS PECADORES
Señor, te pido la conversión de los que, como yo, son pecadores.
Quiero unirme, junto al Santo Padre Pío,
a tu deseo de salvación universal,
solidarizándome con mis hermanos
y emprendiendo con ellos un camino de sincera conversión.
Dame la gracia de cumplir tus mandamientos
alimentando al hambriento, dando de beber al sediento,
vistiendo al desnudo, alojando al forastero,
visitando al enfermo y al encarcelado,
descubriéndote y respetándote en la obra de tus manos.
Cambia mi forma de pensar y de sentir,
porque muchas veces no parezco hijo tuyo.
Y permíteme disfrutar al final de los tiempos
del banquete que tienes preparado
no sólo para los que te conocen y sirven,
sino también para aquellos que no han tenido esa gracia
y que, a pesar de no saberlo, también son hijos tuyos.
Señor, te pido la conversión de los que, como yo, son pecadores.
Quiero unirme, junto al Santo Padre Pío,
a tu deseo de salvación universal,
solidarizándome con mis hermanos
y emprendiendo con ellos un camino de sincera conversión.
Dame la gracia de cumplir tus mandamientos
alimentando al hambriento, dando de beber al sediento,
vistiendo al desnudo, alojando al forastero,
visitando al enfermo y al encarcelado,
descubriéndote y respetándote en la obra de tus manos.
Cambia mi forma de pensar y de sentir,
porque muchas veces no parezco hijo tuyo.
Y permíteme disfrutar al final de los tiempos
del banquete que tienes preparado
no sólo para los que te conocen y sirven,
sino también para aquellos que no han tenido esa gracia
y que, a pesar de no saberlo, también son hijos tuyos.
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